Orígen de Rosagrís

Revise todos los manuales, diccionarios enciclopédicos y atlas mundiales. No hallará ninguna bandera nacional que entre sus colores ostente ni el rosa ni el gris.

De tal forma, que decidimos confeccionar la bandera Rosagrís, que por otra parte posee el orgullo de ser al mismo tiempo la primera bandera doble faz. De una cara es rosa (el palito o “asta” a la izquierda) y de la otra es gris (el palito o “asta” a la derecha).

Esta bandera es a partir de entonces, la bandera de Rosagris: La Nación que faltaba. Y de hecho, en caracteres dorados, entre una y otra faz, reza: “The country that was needed” en el latín moderno norteamericano).

Esta Nación no posee territorio, ni gobierno ni población. Se trata de una anarquía constitutiva e irrenunciable.

Sin embargo, tiene objetores.

Me explico: Nadie, ni usted, ni su perro ni su locomotor sienten ningún tipo de orgullo por no ser naturales de Suavilandia, Brancosia, Trebuma o Karetchu. En cambio, existimos personas verdadera y fervientemente orgullosas de no ser ciudadanos de Rosagrís. Precisamente estas personas objetoras de su carácter de ciudadanas de Rosagrís, son las únicas de las cuales puede predicarse su carácter de “rosagrises”. De allí que el padre fundador de esta Nación sea el mismísimo Hegel (véase La Lógica).

Rosagrís también posee un héroe nacional: El falso general Trapisondae, quien dirigía un ejército inexistente, con el cual no libró ninguna batalla, en cada una de las cuales no resultó jamás vencedor, pero de cuyas preparaciones hay abundante material estratégico. Posee asimismo un padre espiritual, el falso hermano Lacimo, absoluto no creyente, del que se cuenta que no redactó jamás el sincretismo racionalista que se le arroga, ni indicó en momento alguno no ser quien decía ser, a pesar de lo cual existen numerosas versiones de lo uno y de lo otro.

¿Quiere usted también objetar su ciudadanía?. Sea un objetor más de Rosagrís, un país que sólo posee relaciones internacionales, incluso entre sus propios nacionales, e incluso respecto de cada nacional consigo mismo.

De allí que posea también su goleador: Alexander Barujamen, guardabarreras del equipo, quien equivocó los asaltos y su ubicación en la cancha, así como el juego al que se estaba jugando en el momento en que dejó pasar las pelotas por entre sus manos.

Entregaremos pasaportes a todo aquel que proteste su ciudadanía en el atrio.

lunes, 9 de junio de 2014

Sendas

Senderos fuera de palacio.

Raúl Alberto Ceruti



I.

Alcanzar el horizonte es fácil. Basta con alejarse indefinidamente.



II.

Los trebejos construían caminos en la arena. Caminos que sólo duraban una tarde, en el mejor de los casos. Pero suficientes como para no perderse de vista.



III.

Hay una relación geométrica entre el camino y el tiempo. La espera es más aguda cuanto más larga es la senda.



IV.

En el agua o en el aire, las distancias se miden con sonidos.



V.

Si un animal pudiera correr más rápidamente que su grito, amanecería destrozado de desesperación.



VI.

El emperador de Broskov diseñó los caminos para que sus jardines no fueran nunca pisoteados. Él mismo era un blanco demasiado fácil en su jardín.



VII.

Correr a la misma velocidad que el planeta, podría hacernos eternos.



VIII
Un ejército persigue a otro que lo persigue. La única orden sensata sería dispersarse.



IX
Para ubicar un tesoro, sólo hace falta una marca de tinta. Pero si el tesoro realmente está allí donde el mapa lo previene, ya ha dejado de serlo. Verdadero tesoro es el que aún no se ha visto.



X
Para alcanzar el tesoro que no se ha visto, Trapisondae hizo marcar en sus mapas, todos los puntos donde aparecieron, aparecerán o se dice que aparecen de noche en noche o de vez en vez, algún tesoro, para descartar esos lugares de su búsqueda.





Las espadas de Narquién.
Raúl Alberto Ceruti

Detrás de esa gruta, la que nace debajo de la ladera del Fauces, ciertas noches impares de Luna Menguante se escucha el siseo de cuatro espadas. Se dice que yacen allí, enterradas, perdidas entre las rocas, pero aún batallando.
Son las espadas de siete siglos, o espadas de Narquién, las poderosas espadas que podían literalmente hacer triunfar a un ejército de muertos, ya que ellas movían los brazos de sus poseedores.
Cuatro ejércitos habían vuelto muertos y victoriosos con ellas. Trapisondae ordenó detenerlas entre las rocas. Todos se opusieron, y hasta alcanzaron a degradarlo, hostigarlo y mansillarlo.
Finalmente, Trapisondae hizo pública la gruta donde las había detenido. La tentación de blandirlas pudo más que todo, de modo que cada uno de sus enemigos se dirigió hacia ellas. Cuando lograron moverlas, poderosas, inflexibles, imparables, imbatibles, fueron obligados a usar cada uno el cuerpo del otro como escudo contra las propias espadas. Hueso contra acero, en una pelea sangrienta y atroz. Luego, un desprendimiento de rocas los enterró.

La gloria es de una crueldad incansable. Así como la de quienes festejan un triunfo sucedido hace veinte, treinta, cuatrocientos años, exhibiendo los blasones y banderas como muestra de unidad.