Orígen de Rosagrís

Revise todos los manuales, diccionarios enciclopédicos y atlas mundiales. No hallará ninguna bandera nacional que entre sus colores ostente ni el rosa ni el gris.

De tal forma, que decidimos confeccionar la bandera Rosagrís, que por otra parte posee el orgullo de ser al mismo tiempo la primera bandera doble faz. De una cara es rosa (el palito o “asta” a la izquierda) y de la otra es gris (el palito o “asta” a la derecha).

Esta bandera es a partir de entonces, la bandera de Rosagris: La Nación que faltaba. Y de hecho, en caracteres dorados, entre una y otra faz, reza: “The country that was needed” en el latín moderno norteamericano).

Esta Nación no posee territorio, ni gobierno ni población. Se trata de una anarquía constitutiva e irrenunciable.

Sin embargo, tiene objetores.

Me explico: Nadie, ni usted, ni su perro ni su locomotor sienten ningún tipo de orgullo por no ser naturales de Suavilandia, Brancosia, Trebuma o Karetchu. En cambio, existimos personas verdadera y fervientemente orgullosas de no ser ciudadanos de Rosagrís. Precisamente estas personas objetoras de su carácter de ciudadanas de Rosagrís, son las únicas de las cuales puede predicarse su carácter de “rosagrises”. De allí que el padre fundador de esta Nación sea el mismísimo Hegel (véase La Lógica).

Rosagrís también posee un héroe nacional: El falso general Trapisondae, quien dirigía un ejército inexistente, con el cual no libró ninguna batalla, en cada una de las cuales no resultó jamás vencedor, pero de cuyas preparaciones hay abundante material estratégico. Posee asimismo un padre espiritual, el falso hermano Lacimo, absoluto no creyente, del que se cuenta que no redactó jamás el sincretismo racionalista que se le arroga, ni indicó en momento alguno no ser quien decía ser, a pesar de lo cual existen numerosas versiones de lo uno y de lo otro.

¿Quiere usted también objetar su ciudadanía?. Sea un objetor más de Rosagrís, un país que sólo posee relaciones internacionales, incluso entre sus propios nacionales, e incluso respecto de cada nacional consigo mismo.

De allí que posea también su goleador: Alexander Barujamen, guardabarreras del equipo, quien equivocó los asaltos y su ubicación en la cancha, así como el juego al que se estaba jugando en el momento en que dejó pasar las pelotas por entre sus manos.

Entregaremos pasaportes a todo aquel que proteste su ciudadanía en el atrio.

miércoles, 26 de marzo de 2014

Verlo todo o iluminarlo todo

De las crónicas del Príncipe Dubaris
Raúl Ceruti


¿Se puede librar una guerra en el marco de una ventana?. Sólo bastaría que la ventana estuviera lo suficientemente alejada del campo de batalla, para configurar en sus extremos los contornos de la lucha. Una ventana sobre una montaña, en la ladera de la cumbre. O en medio del valle, o en el vértice en que descansen todos los afluentes del río.
            El príncipe Dubaris quería esa ventana, para controlar todo el desarrollo de la contienda. Desde los avances de las tropas, hasta las distracciones de sus soldados.
            Pero esa ventana, desde la que se dominaba todos los enclaves de las tropas, todos los puntos de asalto y todos claros en que podían descansar, de forma tal que ningún árbol interrumpía el relato visual de los acontecimientos, pertenecía a una mujer, cuyos brebajes eran sospechosos de brujería.
Con tres ministros, dos consejeros y cuatro generales, se dirigió Dubaris a la casa de la supuesta bruja. Acamparon durante seis días en la orilla izquierda del marco superior de su ventana, y cada día un emisario anunciaba su comitiva y solicitaba su recepción, sin resultado alguno.
En todo ese tiempo no la habían visto franquear la puerta en ninguna oportunidad, hasta que por fin, al séptimo día, la dueña de casa salió hacia afuera,
Declaró: “Conozco vuestras pretensiones y respeto vuestro temor. Sabéis que desde mi ventana domino todo el horizonte, y cada uno de sus detalles. Sé, por ejemplo, que el mariscal de campo del lunar en el pómulo se escapa por la noches para encontrarse con una querida; que el general de la pierna vendada debe orinar cada cuatro horas; que el consejero del diente de oro le reza a tres distintos dioses por la mañana… Y otras cosas más que callo porque os avergonzaría. ¿A quién permitiréis conocer todo ello?. Quién de ustedes se sentará frente a mi ventana?.  En lugar de ello, os ofrezco estas cortinas, que descorreré de noche lenta pero regularmente, en ciclos de fertilidad humana. Así conocerán el ciclo y el detalle de los cuerpos celestes, y en algún momento, alcanzarán a dominarlos”.

Acordaron con ella todos los miembros de la comitiva, y la casa se elevó por encima de ellos. 

Así cuentan en Acervia las fases de la Luna.

martes, 18 de marzo de 2014

Ver sin ser visto.
Tres divertimentos de espionaje

Raúl Ceruti


I
Bordan Nugris, el hombre del desierto, el que habitaba en medio de la huida, no veía signos en el agua, sino el agua, por lo que no tenía sed. No veía signos en el cielo, sino el cielo, por lo que no tenía distancia. No veía signos en los pasos, sino pasos, por lo que no tenía dirección. Se recogía en el silencio de las raíces, pero no tenía arraigo. No veía signos en su voz o en su conciencia, por lo que no tenía un yo, sino una lejana transparencia.

Quienes hablaban con él se convertían en él, con el paso de  los recuerdos.


II
Zurgan Damn, el hombre de los truenos, no podía ocultar su vozarrón, ni su camino, ni siquiera su mirada. Cuando aparecía en el horizonte, una descarga de rayos lo anunciaba.
Podía mantener solamente los secretos más sutiles, los que apenas si vibraban en el rocío de la noche.


III
Dogarni Kniéster sabía dónde el enemigo escondía todos sus planes. Pero sabía que si los revelaba, los cambiarían. De allí que ocultara y hasta deformara sus descubrimientos. Parvsim Lorvenov, el espía en jefe del ejército rival se dio cuenta de la maniobra, y lo denunció ante sus propios generales. A fin de acusarlo, debió echar mano de los verdaderos planes, aquellos que nunca jamás se ejecutarían. Por lo que Kniéster continuó en su puesto de espía principal y maestro ocultador.