Un transeúnte puede salvarte la vida. Si te caes en la calle, puede levantarte, socorrerte, llevarte a la guardia de un hospital. Una desconocida puede cambiarte la vida. Si te cruza en la calle, puede saludarte, reconocerte, y enamorarte.
Un maestro puede salvar la vida de sus alumnos. Una enfermera, la de sus pacientes. Un amigo la de los suyos. Un músico puede alegrar las almas. El sacerdote de la cuadra puede entender y abrazar. El oficial de guardia puede recibir a todos con un mate. El cadete puede acelerar los trámites de todos.
Pero a medida que van teniendo más poder, deben mandar a otro. O deben escribir cómo debe ser mandado otro. Hasta que ya no pueden ni servirse ellos mismos una taza de café.
Por último, sólo habitantes del pequeño rincón del símbolo que ostentan, todo lo que pueden hacer es saludar moviendo su mano en un ángulo estrecho.
II
Drovaldi dijo que en cuanto lo nombraran capitán, sería él quien sin aceptar limitaciones ni advertencias, finalmente conquistara la victoria con sus hombres.
La guerra continuaba, y con ella se hacía cada vez más difícil el comercio del puérrego, por lo que su valor alcanzaba a diario cifras nunca alcanzadas.
Por eso nunca nombraron capitán a Drovaldi.
III
Quien tiene el poder mayor es aquel que haciendo menos puede cambiar más. Pero ocurre que damos más poder al que le costaría muchísimo cambiar las cosas que lograron precisamente que le dieran más poder. Así que lo veremos realizar grandes e importantes gestos, presentaciones, prestidigitaciones e ilusionismos. Cuando bastaría apenas con ser sincero.
IV
¿Haber peleado, insistido, mejorado, aprendido, trabajado toda la vida para llegar al punto máximo de cualquier jerarquía y encontrar que todo lo que puede decidirse desde allí sólo tiene que ver con el cuidado y el cultivo de la propia imagen?