Orígen de Rosagrís

Revise todos los manuales, diccionarios enciclopédicos y atlas mundiales. No hallará ninguna bandera nacional que entre sus colores ostente ni el rosa ni el gris.

De tal forma, que decidimos confeccionar la bandera Rosagrís, que por otra parte posee el orgullo de ser al mismo tiempo la primera bandera doble faz. De una cara es rosa (el palito o “asta” a la izquierda) y de la otra es gris (el palito o “asta” a la derecha).

Esta bandera es a partir de entonces, la bandera de Rosagris: La Nación que faltaba. Y de hecho, en caracteres dorados, entre una y otra faz, reza: “The country that was needed” en el latín moderno norteamericano).

Esta Nación no posee territorio, ni gobierno ni población. Se trata de una anarquía constitutiva e irrenunciable.

Sin embargo, tiene objetores.

Me explico: Nadie, ni usted, ni su perro ni su locomotor sienten ningún tipo de orgullo por no ser naturales de Suavilandia, Brancosia, Trebuma o Karetchu. En cambio, existimos personas verdadera y fervientemente orgullosas de no ser ciudadanos de Rosagrís. Precisamente estas personas objetoras de su carácter de ciudadanas de Rosagrís, son las únicas de las cuales puede predicarse su carácter de “rosagrises”. De allí que el padre fundador de esta Nación sea el mismísimo Hegel (véase La Lógica).

Rosagrís también posee un héroe nacional: El falso general Trapisondae, quien dirigía un ejército inexistente, con el cual no libró ninguna batalla, en cada una de las cuales no resultó jamás vencedor, pero de cuyas preparaciones hay abundante material estratégico. Posee asimismo un padre espiritual, el falso hermano Lacimo, absoluto no creyente, del que se cuenta que no redactó jamás el sincretismo racionalista que se le arroga, ni indicó en momento alguno no ser quien decía ser, a pesar de lo cual existen numerosas versiones de lo uno y de lo otro.

¿Quiere usted también objetar su ciudadanía?. Sea un objetor más de Rosagrís, un país que sólo posee relaciones internacionales, incluso entre sus propios nacionales, e incluso respecto de cada nacional consigo mismo.

De allí que posea también su goleador: Alexander Barujamen, guardabarreras del equipo, quien equivocó los asaltos y su ubicación en la cancha, así como el juego al que se estaba jugando en el momento en que dejó pasar las pelotas por entre sus manos.

Entregaremos pasaportes a todo aquel que proteste su ciudadanía en el atrio.

miércoles, 27 de febrero de 2013

Vergüenza y completitud

Vergüenza y completitud.

A fin de no recordarnos nuestra mortalidad, confinamos a los muertos a un recinto protegido por densas y pesadas paredes.
A fin de no recordarnos nuestro envejecimiento, disponemos de lugares a donde a los viejos una vez sustraídos de sus hogares, los mantengan a distancia.
A fin de no recordarnos nuestras debilidades, ubicamos, clasificamos y establecemos patologías de internación (llamadas curiosamente "hospitalarias" o  "resocializadoras").

En fin, que nos da vergüenza no ser perfectos, no sostener la noción de perfección en todos los ámbitos y en todos los tiempos de nuestra vida.Y en su sustitución, nos armamos de estructuras.
Pero ya no existen normas que duren más tiempo que el promedio de vida personal, ni siquiera del promedio de vida de una generación.
Y las instituciones sólo son ropajes, vendas, corazas. Cáscaras para hacernos olvidar que somos seres de tiempo.
La lógica de los sistemas que ahora intenta atravesarlo todo, no acepta "inputs" que no estén perfecta, concreta y exhaustivamente previstos, y a uno solo y prefijado fin o función determinada. El resto es de segunda mano, es "outlet", es "defectuoso". Defectuoso por distinto o por desafiante (casi lo mismo).
Nuestra condición humana es la imperfección. Imperfección que permite abrir abanicos de libertad y de diversidad.
Todo un género cuasifilosófico, cuasimístico, cuasiesotérico de la autoayuda, del perfeccionamiento, de la competencia, nos profundiza al mismo tiempo la soledad y la vergüenza.
El mandato del "yo" nos abandona a un desierto. En el que no hay nada que esperar ni que buscar, sino nuestros propios "espejismos".
Si estamos solos, sí, evidentemente, somos incompletos. Si nos consideramos o pretendemos considerarnos como modelos, somos incompletos.
Únicamente podemos llegar a completarnos con los otros.
Buscar la completitud en una norma, en un mandato o en una institución, no solo nos trae más ocasiones de vergüenza, sino que además nos aleja del abrazo. Y nos hace perder tiempo.

Si no hay eternidad sino sólo en los momentos de cruces de miradas, de silencios compartidos, de trazos en el otro y desde el otro, entonces ni la norma ni la institución son entidades reales, siendo reales sólo los equívocos a que sus potencias descargadas dan lugar sobre los cuerpos.
Entonces, el Derecho no es real. Sólo son ciertos los derechos, como sitios de la espera y movimientos de exploración, indagación, preocupación y aventura.

El verdadero desafío jurídico es alcanzar la identificación de derechos y deseos. No de las expresiones de deseos, sino de los deseos. Despojarnos de la retórica de, por ejemplo, el "derecho a la vida", para reemplazarlo por "el deseo de vivir", reconociendo libertades, no propiedades; reconociendo verbos, no categorías; celebrando luchas, no sometimientos.