Algún monarca en algún momento decidió constituirse como una divinidad solar o lunar, o aún osó colocarse encima de ambas divinidades, y convocó un Consejo de Notables para decidir una mejor forma de medir el tiempo. Un modo óptimo que pudiera conducir su reino al más alto grado de concentración de poder y riqueza.
Recomendaron la división del tiempo en un doble calendario: Un calendario deudor y un calendario acreedor.
El calendario acreedor necesariamente debía ser más lento que el deudor: Motivaban esta diferencia en orden a las siguientes observaciones:
1. Que habiendo menos acreedores que deudores, y siendo su tasa de reproducción / sustitución inferior, la velocidad de su marcha debía forzosamente ralentarse por razones meramente energéticas; y
2. Siendo más los deudores, y más alta su tasa de reproducción / sustitución naciendo y muriendo más deudores que acreedores, la velocidad de su marcha debía forzosamente acelerarse por razones meramente energéticas,
Había nacido el préstamo a interés.
Cuando el monarca se vio en la necesidad de contraer un préstamo para subvencionar los ucesivos caprichos de sus favoritas, el tiempo comenzó a correr muy rápidamente para él. Tan rápidamente, que sus favoritas le quedaron cada vez más jóvenes y distantes. Entonces decidió que era mejor para él que el tiempo no corriera.
Acababa de desprenderse el Reino del rey. Y comenzada la regencia de la ley en lugar de la del deseo.
El préstamo a interés y la regencia de la ley constituyeron el mercado.