Orígen de Rosagrís

Revise todos los manuales, diccionarios enciclopédicos y atlas mundiales. No hallará ninguna bandera nacional que entre sus colores ostente ni el rosa ni el gris.

De tal forma, que decidimos confeccionar la bandera Rosagrís, que por otra parte posee el orgullo de ser al mismo tiempo la primera bandera doble faz. De una cara es rosa (el palito o “asta” a la izquierda) y de la otra es gris (el palito o “asta” a la derecha).

Esta bandera es a partir de entonces, la bandera de Rosagris: La Nación que faltaba. Y de hecho, en caracteres dorados, entre una y otra faz, reza: “The country that was needed” en el latín moderno norteamericano).

Esta Nación no posee territorio, ni gobierno ni población. Se trata de una anarquía constitutiva e irrenunciable.

Sin embargo, tiene objetores.

Me explico: Nadie, ni usted, ni su perro ni su locomotor sienten ningún tipo de orgullo por no ser naturales de Suavilandia, Brancosia, Trebuma o Karetchu. En cambio, existimos personas verdadera y fervientemente orgullosas de no ser ciudadanos de Rosagrís. Precisamente estas personas objetoras de su carácter de ciudadanas de Rosagrís, son las únicas de las cuales puede predicarse su carácter de “rosagrises”. De allí que el padre fundador de esta Nación sea el mismísimo Hegel (véase La Lógica).

Rosagrís también posee un héroe nacional: El falso general Trapisondae, quien dirigía un ejército inexistente, con el cual no libró ninguna batalla, en cada una de las cuales no resultó jamás vencedor, pero de cuyas preparaciones hay abundante material estratégico. Posee asimismo un padre espiritual, el falso hermano Lacimo, absoluto no creyente, del que se cuenta que no redactó jamás el sincretismo racionalista que se le arroga, ni indicó en momento alguno no ser quien decía ser, a pesar de lo cual existen numerosas versiones de lo uno y de lo otro.

¿Quiere usted también objetar su ciudadanía?. Sea un objetor más de Rosagrís, un país que sólo posee relaciones internacionales, incluso entre sus propios nacionales, e incluso respecto de cada nacional consigo mismo.

De allí que posea también su goleador: Alexander Barujamen, guardabarreras del equipo, quien equivocó los asaltos y su ubicación en la cancha, así como el juego al que se estaba jugando en el momento en que dejó pasar las pelotas por entre sus manos.

Entregaremos pasaportes a todo aquel que proteste su ciudadanía en el atrio.

lunes, 19 de marzo de 2012

Principios de magnetismo.

Supongamos que exista (sabemos que no puede haberlo, por suerte) una forma, un modo, un sistema o un específico gobierno que nos convenciera de su utilidad, legitimidad y acierto. Que fuera un sistema de tal índole esperado, querido o reclamado, que pareciera responder a cada una de nuestras expectativas. Un gobierno, sistema, Estado o institución así nos haría viejos.
Ya que juventud y oficialismo son contradictorios, así como se repelen rebeldía y adoración, revolución y acatamiento.
Si el mejor de los mundos posibles fuera ése en el que nos encontráramos, ¿qué lugar habría para nuestras Utopías?, ¿qué destino para nuestras esperanzas?, ¿qué voces para el deseo?.
Dejemos que nos acompañen, celebremos la compañía que nos acerque al horizonte. Pero la línea del horizonte hay que empujarla. A fuerza del dolor, que inexorablemente continúa; y a fuerza de la alegría, que porfiada y persistentemente avanza.

sábado, 10 de marzo de 2012

Juegos de Azar

...como por ejemplo aquella vez que se decidió la ejecución de un reo de acuerdo con el designio de una moneda. La misma que se decía había sido robada por él.
...o la vez que se eligió sucesor para el reino entre los trillizos candidatos al trono.
...o la vez que no se avanzó contra las tropas enemigas, a pesar de encontrarse en su momento de mayor debilidad, obedeciendo a un designio no favorable.
...o la vez que por una mera cuestión estadística por dos votos de diferencia subió al poder el próximo dictador.
Los juegos de azar son inocentes. Sus decisiones son imparciales e impersonales. Exactamente igual que la del juez.
Que lo decida un dado, un formulario, una norma, libera a los funcionarios de tener que tomar en serio decisiones.
Hasta que se caiga en la cuenta de que el verdadero azar es el de las necesidades.
Y que voluntad sólo hay en el capricho de encontrarnos.