Orígen de Rosagrís

Revise todos los manuales, diccionarios enciclopédicos y atlas mundiales. No hallará ninguna bandera nacional que entre sus colores ostente ni el rosa ni el gris.

De tal forma, que decidimos confeccionar la bandera Rosagrís, que por otra parte posee el orgullo de ser al mismo tiempo la primera bandera doble faz. De una cara es rosa (el palito o “asta” a la izquierda) y de la otra es gris (el palito o “asta” a la derecha).

Esta bandera es a partir de entonces, la bandera de Rosagris: La Nación que faltaba. Y de hecho, en caracteres dorados, entre una y otra faz, reza: “The country that was needed” en el latín moderno norteamericano).

Esta Nación no posee territorio, ni gobierno ni población. Se trata de una anarquía constitutiva e irrenunciable.

Sin embargo, tiene objetores.

Me explico: Nadie, ni usted, ni su perro ni su locomotor sienten ningún tipo de orgullo por no ser naturales de Suavilandia, Brancosia, Trebuma o Karetchu. En cambio, existimos personas verdadera y fervientemente orgullosas de no ser ciudadanos de Rosagrís. Precisamente estas personas objetoras de su carácter de ciudadanas de Rosagrís, son las únicas de las cuales puede predicarse su carácter de “rosagrises”. De allí que el padre fundador de esta Nación sea el mismísimo Hegel (véase La Lógica).

Rosagrís también posee un héroe nacional: El falso general Trapisondae, quien dirigía un ejército inexistente, con el cual no libró ninguna batalla, en cada una de las cuales no resultó jamás vencedor, pero de cuyas preparaciones hay abundante material estratégico. Posee asimismo un padre espiritual, el falso hermano Lacimo, absoluto no creyente, del que se cuenta que no redactó jamás el sincretismo racionalista que se le arroga, ni indicó en momento alguno no ser quien decía ser, a pesar de lo cual existen numerosas versiones de lo uno y de lo otro.

¿Quiere usted también objetar su ciudadanía?. Sea un objetor más de Rosagrís, un país que sólo posee relaciones internacionales, incluso entre sus propios nacionales, e incluso respecto de cada nacional consigo mismo.

De allí que posea también su goleador: Alexander Barujamen, guardabarreras del equipo, quien equivocó los asaltos y su ubicación en la cancha, así como el juego al que se estaba jugando en el momento en que dejó pasar las pelotas por entre sus manos.

Entregaremos pasaportes a todo aquel que proteste su ciudadanía en el atrio.

jueves, 29 de agosto de 2013

De los deberes de la desobediencia.
Raul Alberto Ceruti


La aldea de Pom era asediada por las tropas de Glantor. 
Siendo Pom tributaria de Excelsior, el Señor de Rujan, Prior de Excelsior, envió su ejército a defenderla.
Trentor y Cálux, cuyas vidas dependían del ejército de Rujan, que habían sido criados en el ejército de Rujan, desertaron de sus filas frente a las puertas de la aldea de Pom que aún no se rendía frente a Glantor.
Layna, única hija de Lyamnor, el patriarca de Pom, del que era sus piernas, sus ojos y sus oídos desde que él envejeciera, aún contra la orden explícita de no dejarlo, ni al palacio que habitaban, abandonó a ambos para enfrentarse a las tropas de Glantor en cuanto atacaran definitivamente la aldea.
Layla encontró a Trentor y a Cálux durante sus respectivas huidas. Ellos la engañaron indicándoles ser una patrulla de reconocimiento, en misión peligrosa consistente en alcanzar el nudo de las fuerzas de Glantor, a unos kilómetros de Pom, para lo cual ella solicitó prestar ayuda.  Así fue que los tres se alejaron de Pom, y en medio de un desierto de troncos amarillos, fueron convocados por Álgir, el mago de las cercanías y distancias.

Álgir sonrió cuando los vió juntos:
"Me alegro de verlos aquí, rebelándose a sus mandatos naturales. De otra forma, una vez que el ejército de Rujan hubiera liberado a Pom, como lo hicieron, y les dieran vía libre para saquearlo todo, Lyamnor te hubiera entregado a tí, Layna, a su brutalidad de los soldados, sólo para garantizarse el trato de alto dignatario, y para mantener sus derechos. Y a ustedes, en medio de la confusión, les hubiera tocado deshonrarla."
Y agregó:
"Los mandatos antiguos son buenos para mantener las más acendradas desigualdades. Las órdenes sólo deben cumplirse cuando todas las demás alternativas presenten consecuencias peores."