No tardaron en atribuirse el hecho, y solicitaron un rescate importante al Reino Galdazur, en el que incluso se solicitaba la cesión de alguna parte de su territorio, para dominio exclusivo de los vándalos.
El Consejo de Ministros se reunió inmediatamente a considerar la situación, decidiendo finalmente enviar una nota a los captores explicitándoles un detalle que posiblemente se les había escapado:
El rey de Gualdazur era eterno. No ya en sus atributos y sus dignidades, sino incluso y precisamente en su cuerpo físico. El rey de Gualdazur era eterno, y por más tiempo que lo tuvieran privado de su libertad, o incluso privado de alimento, todo ese tiempo no sería finalmente más que "un mal momento" en la vida de él, por lo que no podía resolverse sino el rechazo de acceder a cualquier rescate solicitado.
Fueron pasando los días, los años, las décadas... Y el rey secuestrado, demandante y eterno, encerrado en el fondo de la casa de uno de los captores, continuaba como el primer día.
Se fueron sucediendo las generaciones de los captores, cada una de las cuales, llegados sus hijos a una edad que les permitiera ser partícipes de aquella aventura, se les señalaba la existencia y se les delegaba la custodia de ese ejemplar único en su clase. "Este es el rey del que te habló el abuelo... El que secuestraron nuestros antepasados... Aquí lo resguardamos y protegemos como parte del legado familiar. Te lo mostramos para que tú, a tu vez, se lo puedas señalar a tus hijos. Apenas molesta. Necesita un poco de agua de vez en cuando y exigirle que se bañe al menos una vez por semana."
Llamaba tanto la atención de las jóvenes generaciones ese cuerpo permanentemente digno y austero, que finalmente, sin necesidad de liberarlo siquiera, todos se convirtieron en sus súbditos, vistiéndolo, regalándolo y regañándolo de vez en cuando, en tanto que el reino de Gualdazur terminó convirtiéndose a la larga en la actual Anarquía Constitutiva e Irrenunciable de Rosagrís.
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