Orígen de Rosagrís

Revise todos los manuales, diccionarios enciclopédicos y atlas mundiales. No hallará ninguna bandera nacional que entre sus colores ostente ni el rosa ni el gris.

De tal forma, que decidimos confeccionar la bandera Rosagrís, que por otra parte posee el orgullo de ser al mismo tiempo la primera bandera doble faz. De una cara es rosa (el palito o “asta” a la izquierda) y de la otra es gris (el palito o “asta” a la derecha).

Esta bandera es a partir de entonces, la bandera de Rosagris: La Nación que faltaba. Y de hecho, en caracteres dorados, entre una y otra faz, reza: “The country that was needed” en el latín moderno norteamericano).

Esta Nación no posee territorio, ni gobierno ni población. Se trata de una anarquía constitutiva e irrenunciable.

Sin embargo, tiene objetores.

Me explico: Nadie, ni usted, ni su perro ni su locomotor sienten ningún tipo de orgullo por no ser naturales de Suavilandia, Brancosia, Trebuma o Karetchu. En cambio, existimos personas verdadera y fervientemente orgullosas de no ser ciudadanos de Rosagrís. Precisamente estas personas objetoras de su carácter de ciudadanas de Rosagrís, son las únicas de las cuales puede predicarse su carácter de “rosagrises”. De allí que el padre fundador de esta Nación sea el mismísimo Hegel (véase La Lógica).

Rosagrís también posee un héroe nacional: El falso general Trapisondae, quien dirigía un ejército inexistente, con el cual no libró ninguna batalla, en cada una de las cuales no resultó jamás vencedor, pero de cuyas preparaciones hay abundante material estratégico. Posee asimismo un padre espiritual, el falso hermano Lacimo, absoluto no creyente, del que se cuenta que no redactó jamás el sincretismo racionalista que se le arroga, ni indicó en momento alguno no ser quien decía ser, a pesar de lo cual existen numerosas versiones de lo uno y de lo otro.

¿Quiere usted también objetar su ciudadanía?. Sea un objetor más de Rosagrís, un país que sólo posee relaciones internacionales, incluso entre sus propios nacionales, e incluso respecto de cada nacional consigo mismo.

De allí que posea también su goleador: Alexander Barujamen, guardabarreras del equipo, quien equivocó los asaltos y su ubicación en la cancha, así como el juego al que se estaba jugando en el momento en que dejó pasar las pelotas por entre sus manos.

Entregaremos pasaportes a todo aquel que proteste su ciudadanía en el atrio.

sábado, 1 de octubre de 2011

De la instalación de los gobiernos en el exilio

Cuentan que Benalcazar Hernando de Migrán descubrió Rosagrís una noche de tormenta en la que debió atracar junto a sus costas ríspidas y azotadas. Inmediatamente las maldijo y utilizando las sogas de a bordo para asirse junto a sus marineros a los riscos sobresalientes de sus acantilados, observaron cómo el mar se llevaba uno a uno los maderos de su embarcación. Más tarde, acaso al día o al año siguiente (las versiones no coinciden) con la espina de un rosal que crecía en plena roca, se desataron y exploraron sus costas escarpadas.
Muchos eran los navíos que habían encallado allí, que se habían estrellado, hundido o desmantelado. De forma tal que encontraron otras tripulaciones ya instaladas en el lugar, pero todas añorando regresar alguna vez.
Cada uno de los heroicos y esforzados capitanes persistía en su calificación de tales, a pesar de la absoluta destrucción de cada uno de sus navíos. Por lo que con el correr del tiempo, sus marineros los fueron desatendiendo hasta culminar en una formidable ignorancia de sus retahílas, ínfulas y descargas.
Capitanes de barcos hundidos, marineros de naciones a las que no podían regresar, terminaron por odiar la costa a la que habían arribado.
Varias veces prendieron fogatas para aliviar el frío de la noche, cocer alguno de los extraños y olorosos animales que encontraban por allí, o para llamar la atención de alguna embarcación lejana. De forma tal que el rosal se llenó de cenizas, y de este fenómeno se cuenta, nace el nombre de Rosagrís con el que algunos recordarían el lugar.
Como todo lugar virgen, era digno de conquista. Pero los padecimientos y la fiereza de las condiciones a las que se encontraban expuestos, lo hacían inhabitable.
Sin embargo, cuando uno, dos, tres, cientos de ellos, lograron llegar a sus propias naciones, luego de periplos impensados, azarosos e inmensos, llevaron la memoria de un lugar salvaje, repleto de desafíos y aventuras, que los había reconocido a cada uno, dos, tres, cientos de ellos, como su único y verdadero líder.
Así se instalaron los sucesivos, paralelos e incoherentes gobiernos en el exilio de Rosagrís, cuyas disposiciones, descripciones y apotegmas inútilmente se querrán compatibilizar. Y que hoy constituyen una de las fuentes más antiguas de su legislación.


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